Reseña:
“La
chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” de Stieg Larsson.
Datos:
Título
original: “Flickan som lekte med elden”.
Año
de publicación: 2006.
Serie:
Millenium #2
Libro anterior: Los hombres que no amaban a las mujeres
Siguiente
libro: “La reina en el palacio de las corrientes de aire”.
Reseña: Las cosas no terminan
bien entre Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist, lo que da como resultado la
partida inesperada de ella. Después de un año, Mikael aún se regodea en la fama
que le dio el libro que escribió contra el magnate Wennerström, y es contactado
por un periodista freelance, llamado Dag Svensson, porque desea que Millenium
publique un artículo y un libro, escritos por él, sobre el tráfico sexual de
mujeres de Suecia, el cual acusa e involucra a varios miembros del gobierno,
así como policías y periodistas. El artículo de Svensson será todo un
escándalo. Al mismo tiempo, su novia, Mia, escribe una tesis sobre el mismo
tema, donde nombra, entre muchos, a un traficador misterioso llamado Zala.
Lisbeth
viaja por el mundo e intenta olvidar el amor que siente hacia Mikael, mientras
su tutor legal, Nils Bjurman, contrata a los matones de Zala para que Lisbeth
sea asesinada.
Sin
embargo, las cosas no salen según lo planeado para ninguno de éstos personajes.
Días después de la llegada de Lisbeth a Suecia, Dag, Mia y Nils aparecen
muertos, y el arma homicida tiene las huellas de Lisbeth. Escondida, y con la
ayuda de Mikael, Dragan, Holger y Paolo, intenta averiguar quién es el
asesino.
Opinión personal: Me
decepcioné bastante. El libro anterior me gustó, no me súper encantó, pero sí
me gustó; no sé si decir que éste me gustó, si soy sincera conmigo misma, debo
aceptar que no. Sí quería que me gustara, pero incluso tuve que leer varios
capítulos sin prestar atención a las palabras, es decir, que lo leía por
arribita y me salteaba los párrafos. Ha sido extremadamente largo, y no pasa
nada en realidad.
La trama ya iba por su quinta parte,
más o menos doscientas páginas, y todavía no se había planteado una trama,
todavía no habían muerto Dag, Mia y Nils. La muerte de los tres personajes es
lo que lleva al conflicto principal: probar que Lisbeth no es culpable y buscar
a otro asesino. ¿Qué pasa en esas doscientas páginas? Se cuenta cómo Lisbeth
viaja por el mundo, como se encuentra con un chico en una isla del caribe, cómo
se da cuenta de que un hombre estafador que se queda en su mismo hotel golpea a
su esposa, cómo se puso implantes de seno, etc.; después se narra la llegada de
Lisbeth a Suecia, y a su departamento, es cuando ella decide mudarse e invertir
su dinero en comodidades, como muebles, ropa, y otras cosas. Esta parte fue la
cosa más aburrida del mundo.
Me
enoja mucho cuando los autores exageran al nombrar las marcas, como Coca-Cola;
pero entiendo que ya la Coca-Cola está integrada en nuestro lenguaje, es raro
llamarle refresco de cola, o yo que sé, en todo caso le llamaríamos con otra
marca, como Pepsi. Pero Larsson abusa de las marcas, en serio, abusa muchísimo:
“que se compró tal pizza de tal marca y la cerveza de no sé qué, que la cama
era de tal compañía, que la mesada de luz de esta otra”. Cada una de las cosas
que compra Lisbeth son descritas y tienen una marca correspondiente. Es
aburridísimo, hubiese sido mucho más sencillo y ameno decir: “Lisbeth se dirige
hacia la mueblería y compra lo necesario para amueblar su nuevo departamento,
como una cama, un ropero, una mesa y un hermoso sillón”. Estoy tirando fruta,
obviamente él no lo va a escribir así porque tiene un estilo diferente al mío.
No hace falta que describa todo, toda la ropa que compra para llenar el ropero,
y cada uno de los electrodomésticos. No hace falta, no es necesario para la
trama de ninguna forma. Porque si me dijeras que ella esconde algo en algún
mueble de la casa, y cuando Mikael va, lo encuentra y es una pista súper
importante; o si fuera el caso de que haya un altercado en la casa y se
destruye tal cosa, bueno, entonces lo entendería un poco más. Pero es que NI SE
NOMBRA. Después de describir lo que compra, apenas hay escenas dentro del
apartamento. Puede parecer una estupidez, pero estoy muy enojada con esto.
El
otro punto por el que no me gustó el libro es que hay mucha biografía de
personajes. Ya lo había dicho en la anterior reseña de esta trilogía. Larsson
hace unas biografías magníficas de personajes súper exitosos que te sueltan de
un tirón cuando el personaje es presentado, no es que va intercalando datos de
su vida a medida que la trama avanza y cuando es necesario o tiene algo que
ver. No, simplemente viene tal personaje, por ejemplo Jan Bublanski, el policía
encargado de investigar las muertes; él aparece y ya te relata lo que estudió,
como es su personalidad, donde trabajó, alguna cosa de su vida. Se te pueden ir
dos páginas o más hablando de un personaje del que después me voy a olvidar. Bublanski
aparece bastante en la historia, pero no me aporta nada su historia de vida, no
tiene nada que ver con Lisbeth o Mikael, o las muertes, o el tráfico de
mujeres. Al igual que la mayoría de los personajes. Las únicas biografías que
me importaban, eran las de Lisbeth y la de Zala. Es que no me importa nadie más
y las biografías de NADIE más eran importantes para la trama.
Retomo
el primer punto. Doscientas páginas se van explicando el viaje de Lisbeth, sus
compras, etc., y, por otro lado, cómo Mikael conoce a Dag y Mia, y él, junto a
Erika Berger, su socia de Millenium, deciden publicar el libro de Dag y su
artículo. Eso está bastante más interesante porque se habla un poco del tráfico
de mujeres y es más ameno, pero se da una breve introducción del tráfico de
mujeres con ellos y después apenas se nombra como excusa para introducir a
varios personajes, como policías o periodistas que han abusado sexualmente de
chicas extranjeras traídas por los tipos horribles éstos, como Zala, o han
contratado sus “servicios”. No se nombra más nada. Todo se centra en la
búsqueda de Lisbeth, porque obviamente cuando la culpan, ella desaparece por
más de la mitad del libro. Bien, vamos bien. Entonces, más o menos después de
la mitad, ella hace acto de presencia. Mientras tanto el libro cuenta como
Mikael, Dragan y la policía buscan a Lisbeth. Nada más. Nada más. Después ella
aparece, aparece también Paolo y entra un poco más en acción Mimmi. Intentan
secuestrar a Mimmi, hay una pelea y es cuando la cosa comienza a tener acción,
allá como por el setenta por ciento del libro recién hay algo interesante.
Mikael investiga, se saben cosas de Lisbeth. Lisbeth va por los malos. Y esas
cosas. El libro termina y no sabemos qué pasó con la policía, con el malo
malote, con Mimmi, con Paolo, con Helger, no sabemos si se va a publicar el
libro. No sabemos nada. Entonces, ¿para qué me metes tantas tramas si no vas a
desarrollarlas?
Vamos
al último punto. En el libro anterior, se nos presenta una trama (encontrar el
asesino de Harriet) que guía a la historia y los personajes, un hilo que
estructura la trama y la lleva hacia adelante. Lisbeth, Mikael y el resto de
los personajes avanzan junto a la trama, pero la trama no es enteramente de
ellos, sino de los Vanger. Y es interesante, se hace más ameno, aunque Mikael
esté ocho años luz para encontrar una pista. Pues bien, no existe eso en “La
chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina”. La historia se centra
un poco en Lisbeth, y otro poco en Zala. ¿Cuál es el problema? Estamos en la
mitad del libro y no sé exactamente de qué va la trama, no sé cuál es el
cometido del libro. ¿Qué no metan en la cárcel a Lisbeth? ¿Saber un poco más de
su pasado? Porque del tráfico de mujeres no se trata. Es algo que está allí y
se menciona, pero no se trata como tema principal.
Al
empezar la novela, el prólogo nos habla de una chica que está atada a la cama,
y hay un hombre que a veces viene y la mira o la toca “inocentemente”. Hace
tiempo que está allí amarrada. Enseguida que termina el prólogo, se nos habla
de matemáticas. Lisbeth se obsesiona con las matemáticas al principio de la
novela. Me emocioné mucho, porque pensé: “uy, van a tener que encontrar a la
chica, o algo parecido, y Lisbeth lo va a descubrir todo en un momento oportuno
a través de las matemáticas”. Pero no pasa nada de eso. La chica no se vuelve a
nombrar en TODO el libro y las matemáticas quedan olvidadas cuando Lisbeth
vuelve a Suecia, hasta una de las escenas finales, donde ella resuelve algún
tipo de ecuación que no llegué a comprender porque sale completamente de la
nada, ni siquiera tiene que ver con algo que pasó, está pasando o pasará. Nada
que ver.
La
verdad es que no me apetece hablar de ningún personaje. Voy a nombrar algunos
que son nuevos para la historia. Si quieren saber cómo son los demás, les dejo
el enlace para ir a la reseña anterior. Los únicos personajes que me gustaban
eran Dag y Mia, y murieron. Después, creo que son dignos de mencionar a Paolo,
un boxeador que entrenó a Lisbeth cuando ella era más joven y ahora decide
ayudarla; a Mimmi, la “amiga” y amante de Lisbeth (que tiene un cuerpazo,
practica BDSM, kickboxing, y es medio asiática. O sea, es otro personaje que
tiende hacia la perfección que no aguanto); Zala, misterioso hacia el final del
libro; y el gigante rubio, un tipo muy grande y muy fuerte que no siente dolor
y es el que genera todos los dramas. ¿Qué hay sobre Mikael y Lisbeth? Bueno,
Mikael está en una etapa media melancólica y en plan “debo ayudar a Lisbeth” y
se olvida de todo lo demás. Y Lisbeth dejó de ser una chica segura para ponerse
senos y gastar todo su dinero, Lisbeth me pareció insoportable en esta novela.
Disculpen
si he sido exagerada, pero siento que gasté horas y horas leyendo un libro que
tenía que ser maravilloso y que no lo fue. Quizá lea el siguiente, lo más
seguro es que no. Pero, si lo hago, será dentro de meses o años. No quiero
saber nada de Lisbeth ni Mikael por mucho tiempo.
Valentine
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